La  imprescindible pizarrita para  aprender a escribir 
                "La pizarra fue otra compra obligatoria;  cuando fuimos a la librería mi madre se negó a comprarme una de las que me  gustaban: tenía el marco de madera pulida y los cantos redondeados, en una cara  un cuadriculado de líneas rojas, que me pareció un primor y del otro lado un  rayado con líneas paralelas para que las letras quedaran del mismo tamaño. Eran  muy caras; tuve que conformarme con una más barata de marco grosero.  No tenía las líneas paralelas que debían  limitar entre ellas el tamaño de las letras y siempre que mi madre aludía a mi  mala caligrafía yo achacaba a esa compra la causa de ello". Relato de  principios del siglo XX (1)  
                  
                La pizarra, llamada así por el material  con que era confeccionada, (2) surgió como soporte para el aprendizaje de la escritura.  Para escribir sobre ella había que utilizar  lápices especiales, los pizarrines. Los comunes eran grises, duros y más  resistentes que producían un chirrido insoportable. Otros, los más finos eran  los llamados de manteca, blancos y bien cilíndricos que se deslizaban  suavemente. A veces lo  más complicado  era borrar… 
  "Respecto  a los borradores de los niños, se les prohibirá que empleen su saliva para  lavar las pizarras...Cada alumno estará provisto de un frasquito conteniendo  alcohol puro...De esta manera pueden evitarse muchos contagios"(3)  
                El antecedente de la pizarra fue una  tablilla con un reborde para cubrir la  superficie con cera oscura (cera y hollín) (4) Para escribir sobre ella se utilizaba un punzón metálico o de madera  puntiagudo con una extremidad plana para  alisar y volver a escribir. Primero se enseñaba el nombre de la letra y luego  su forma por escrito. Este soporte fue utilizado en la Antigua Grecia (Silgo II a.C.) y se expandió  su uso con los  romanos. La tablilla encerada, luego  convertida en pizarra, acompañó las tradiciones medievales del mercader para  aprender a leer-contar y del monje para leer-copiar. Recorrió un largo camino  hasta ser utilizada para la enseñanza de la lectura,  la escritura y el cálculo como saberes  elementales dentro del ámbito escolar.  
                  Los distintos soportes y los  instrumentos para escribir condicionan el tipo de escritura. En primer lugar  por que opone resistencias distintas al instrumento que traza las letras y  porque la textura de la materia (lisa o rugosa, dura o blanda) y su color mismo  obligan a la mano a moverse de manera agresiva o acariciante. Por otro lado, la  escritura sobre la pizarra es tan efímera como la oralidad. Una vez que es  completado su espacio hay que proceder a borrarlo por lo que no permite  relecturas o reflexiones sobre lo escrito. 
                A fines del siglo XIX el uso de la pizarrita comenzó a ser  criticado por razones de higiene y por los   beneficios didácticos para aprender a escribir que los cuadernos brindaban.  Pero la producción de papel para cuadernos no se realizaba en la Argentina por  lo que sus costos eran altos para ser utilizados para la primera enseñanza.  
                  Aunque en el año 1925 se prohibió su uso en las escuelas de  Capital Federal, y un tiempo después en algunas provincias, ésta se siguió  utilizando - cambiando el material de pizarra por la madera común - hasta la  década de 1950 según relatos de maestras que visitaron el Museo de las  Escuelas. Esto demuestra que los usos no hacían caso de las recomendaciones y/o  prohibiciones sino de las necesidades y posibilidades. 
                  Su nombre aún persiste: “pizarrita”, ya no en las aulas sino  en algunas jugueterías con materiales más modernos y con objetivos muy  distintos.  
                  
                  Lic. María Cristina Linares 
                  Universidad Nacional de Luján 
                  Museo de las Escuelas 
                
                  (1) MESTRONI, Valentín (1965) Los maestros  que yo he tenido, Buenos Aires, Plus  Ultra  
                  
                    (2)  Roca sedimentaria de color gris o azulado que se  divide fácilmente en lajas. Las pizarras eran pequeñas, 20 cm x 14 cm o 27 cm x  19 cm las más comunes. 
                   
                  
                    (3)  SENET, Rodolfo (1928) Pedagogía, Buenos Aires, Cabaut y Cía. 
                   
                  
                    (4)  De allí se  mantuvo el nombre de “encerado” para los pizarrones grandes de las aulas.  
                   
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